La Biblia se compone de 66 libros que fueron escritos por unas 40 personas
que vivieron en diferentes generaciones durante unos 1600 años. Las partes más
antiguas de la Biblia tienen unos 3500 años de antigüedad y las más recientes
unos 1900 años. El escritor más lejano a nuestros tiempos es Moisés y el más
cercano es el apóstol Juan.
La Biblia se escribió en tres idiomas: El hebreo, pequeñas partes en arameo
y, finalmente, en griego. Todos los
manuscritos originales, según sabemos hasta ahora, se han perdido, y eso no
tiene nada de raro o misterioso. Ninguna
Biblia actual ha sido traducida de los escritos originales o autógrafos (Aunque
de vez en cuando me encuentro con personas que afirman que su Biblia ha sido traducida de
los escritos originales; incluso me lo han dicho pastores de iglesias). Esos
autógrafos se escribieron en material que se destruía con el tiempo: papiro,
piel y vitela. Así que había que hacer
copias de las Escrituras para que se conservaran y se les diera uso.
Las copias no cayeron del cielo. Había hombres dedicados a hacer estas
copias, copistas profesionales que tenían altas normas al copiar estos
documentos que consideraban sagrados. Desde el siglo VI antes de nuestra a
estos hombres se les denominó “soferim”, luego ya en nuestra era, hasta el
siglo X, la labor de copiar las Escrituras hebreas era hecha por los “masoretas”.
De hecho, las copias que tenemos hoy en día demuestran que contaban las letras
de lo que transcribían a fin de asegurar su exactitud. También había mucha
meticulosidad al copiar el Nuevo Testamento, sin embargo, no eran tan
profesionales como los soferim, pero el hecho es que tenemos muchos manuscritos
del Nuevo Testamento cercanos a la fecha de los autógrafos. En este punto es útil recordar que les estoy
hablando de copias, no de traducciones de las Escrituras.
A pesar de todas las medidas, se introdujeron errores. Les explico: Suponga
que el maestro de una escuela copia en la pizarra la siguiente oración: “No
debes exponerte al sol sin protección, protección de factor 15 como mínimo”.
. Luego el profesor les pide a los 20
estudiantes que copien estas oraciones en su cuaderno.
Es de suponer que casi todos copiarán correctamente. Sin embargo, algunos
podrían cometer errores. Algunos copiarán: “No debes exponerte al sol sin protección
de factor 15 como mínimo” (Nótese el error).
Otros podrían errar en el número 15 y así por el estilo. Y si alguien después copia las oraciones del
cuaderno del chico que cometió el desliz, entonces perpetuaría el error y si
alguien copia de esta persona y alguien más de esta persona… el error se va
expandiendo.
Si los estudiantes A, B, C, D y E, que supongamos que no llegaron a clase,
son los que transcriben de un estudiante que si copió de la pizarra y que
cometió el error que puse de ejemplo, entonces, todos tendrán el mismo error.
Se puede decir que forman una “familia” o tipo específico de cuadernos. Todos
provienen de un solo sujeto.
¿Hay alguna manera de saber que fue lo que escribió el maestro en la
pizarra si esta ya fue borrada? Sí. Comparando varios cuadernos se puede saber
qué escribió. ¿Por qué? Por que no todos tienen el mismo error. Es
relativamente fácil restaurar la lectura original si se disponen de muchas
copias.
Bien, de las Escrituras Hebreas o Antiguo Testamento se dispone de unas 6000
manuscritos y de las Escrituras Griegas o Nuevo Testamento existen unos 5000.
Estas cantidades son de manuscritos en los idiomas originales, hebreo, arameo y
griego. Según sabemos, todos son copias.
Los expertos han comparado estos manuscritos mediante una serie de técnicas
que persiguen restituir el texto tal como estaba en el autógrafo. Estas
técnicas han dado resultados impresionantes. Un experto, sir Frederic
Kenyon, anterior director y conservador del Museo Británico, declaró: “El
cristiano puede tomar la Biblia completa en su mano y decir sin temor ni duda
que está sosteniendo la verdadera Palabra de Dios, transmitida sin
equivocaciones fundamentales de generación en generación a lo largo de los
siglos”. También dijo: “Hay que hacer especial hincapié en la seguridad
sustancial del texto de la Biblia. [...] No es posible decir lo mismo
de ningún otro libro antiguo del mundo” (Kenyon, sir Frederic: Our Bible and
the Ancient Manuscripts, 1958, p. 55).
¿Saben por qué dijo eso sir
Frederic Kenyon? Por el gigantesco desarrollo de la Crítica Textual. Los cristianos le debemos
mucho a esto. Ha sido de mucha ayuda para disponer de las palabras contenidas
en los autógrafos aunque estos ya no existan.
Ahora bien, ¿Qué es la
Crítica Textual? “La crítica textual es el método que se usa para reconstruir y
restaurar el texto bíblico de los escritos originales” (Toda Escritura es
inspirada de Dios y provechosa, pág. 318 párr. 18 Estudio número 6: El texto
griego cristiano de las Santas Escrituras).
La persona, o religión, que
afirma que en la Biblia se han introducido errores y cambios que han alterado lo
que escribieron los autores, está en lo correcto, aunque han sido errores
menores. Pero esos deslices se han descubierto, y la lectura original se ha
restaurado. Así que en los textos
maestros actuales, o textos base para la traducción, se han depurado, corregido los errores. Nuestras Biblias actuales han sido traducidas de textos maestros.